martes, 28 de junio de 2011

HISTORIA DEL HENTAI... 3. y Ultima Parte

Estas dos especificaciones marcaron una gran tendencia en el Hentai que conocemos en la actualidad, pues las formas artísticas se modificaron de manera que pudieran respetar la ley y a la vez ofrecer el erotismo que buscaban. Como no podían mostrarse genitales, los artistas reemplazaron los penes por tentáculos, y dado que las vaginas no podían ser reemplazadas sin perder el erotismo, se limitaron a dibujar genitales femeninos poco desarrollados y sin vello púbico. Por otro lado no había mayor censura en el área de los pechos femeninos, por lo que se dedicaron a súper desarrollarlos para lograr impacto. Otro aspecto de la censura japonesa respecto a lo sexual, es que es muy estricta  respecto de la zoofilia. Bajo ningún concepto se aceptan representaciones de sexo entre animales y seres humanos. Tanto los monstruos como las mujeres con orejas y colas de gato (que no son como los furries por no tener pelo en el cuerpo ni en su área genital) están permitidos por ser ficticios. Se puede mostrar a una desagradable oruga que penetra a una niña por todos los costados, pero serán perseguidos y condenados si se les ocurre poner un perro o un caballo en la ecuación. Así pues, el Hentai se plagó de adolescentes hiper pechugonas que son constantemente atacadas sexualmente por los monstruos más variados.


Con el tiempo, el arte erótico extranjero siguió una corriente que afirmaba que ciertas películas contenían “serios contenidos artísticos”, y como la censura que se aplicaba en Japón a las películas extranjeras mutilaba por completo el sentido de la obra, los controles tuvieron que ablandarse. Esta tendencia, más la introducción del comic erótico occidental en los ’70, abren el camino para que en 1980, la censura menguara y permitiera un mayor desarrollo de los artistas que antes sólo existían en el anonimato clandestino. A principios del 1970 la industria cinematográfica japonesa comenzó una producción de películas violentas (yakuza) y softcore (pinku eiga) que se adaptaban medianamente a los controles del momento.




Finalmente, en 1984 aparecen los primeros ovas Hentai aprobados y Cream Lemon es el primer Hentai que se vende como tal pensado para el público adulto. En pocos años aparecen los primeros mangas Hentai y los primero videojuegos.


El concepto de lo obsceno fue variando con los años, aceptando cada vez más el lado artístico del erotismo. La censura continúa, igualmente, aunque tan sólo sean tiras translúcidas que sólo tapan el clítoris o el glande. El artículo 175 sigue vigente, sólo varía el concepto de lo que es obsceno y lo que no. Sin ir más lejos, en el 2004, Suwa Yuuji enfrentó un juicio por la publicación de su manga Misshitsu, por violar el código penal. Yuuji se declaró culpable para evitar tiempo de prisión y debió pagar una multa. El grupo que publicó la revista, Monotori Kishi, apeló a la corte argumentando que el manga no era tan indecente y explícito como el material que se ve en Internet, y que el Art. 175 violaba la Constitución Japonesa que establecía la libertad de expresión. En respuesta, la Corte aumentó la fianza de 500.000 yenes que habían establecido a 1.5 millones de yenes



Así es que el Hentai es consecuencia de varios factores; los cambios en la constitución de la sociedad, el paso de la familia tradicional al individualismo (que fue generado por las guerras nucleares), la necesidad del hombre de recuperar control sobre la mujer, el excesivo trabajo más el acceso a la tecnología e Internet que engendraron una desviación en la sexualidad y sociedad. Todos factores que contribuyeron a una necesidad de huir de la realidad a través de lo ficticio. La censura de cosas simples que llevaron a desarrollar métodos más retorcidos, se traducen en un fetichismo extremo que goza de su vuelo absoluto en el hecho de que la ficción facilita cualquier fantasía, abriéndose a los mundos de tentáculos, bondage, homosexualidad, hermafroditas, demonios y las más variadas formas de sexo, tradicional o perverso – en que todo aspecto legal sobre los derechos humanos se ve amparado en que la ficción no es condenable.

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